"‘Olympia’ de Carlota Subirós: Un viaje sonoro en disco de vinilo | Babelia | EL PAÍS"
El silencio resonante que percibimos en el instante en que la aguja contacta con un disco de vinilo y da vida a la primera melodía es el mismo que se manifiesta entre el inicio de un espectáculo y el pronunciamiento de la primera palabra. Silencio y expectación. Un disco de la colección familiar puede no solo ser el origen de una pasión musical, sino también de toda una vocación artística. Carlota Subirós ha estrenado recientemente su obra más personal, culminación de una trayectoria sólida y coherente. Tras La plaça del Diamant, un montaje grandioso y, a la vez, profundamente íntimo, con Olympia nos ofrece un tributo al poder de la palabra y de la música.
El disco que lo originó todo fue Paco Ibáñez en el Olympia, grabación del mítico concierto que el cantautor dio en el teatro de París el 2 de diciembre de 1969. Un hombre con su guitarra, las palabras de los poetas y un público entregado. El Olympia era un paraíso de libertad para nuestros artistas (como Raimon, Lluís Llach o Maria del Mar Bonet) mientras España esperaba, con tedio y resignación, la muerte del dictador. Más allá de este vinilo, la Olympia de Subirós es un canto al teatro, a la poesía como tabla de salvación. La directora también hace un sentido homenaje al Lliure de Gràcia, su Olympia particular, la sala donde vivió algunos de los momentos teatrales que le hicieron amar esta profesión. Sus fantasmas salen a bailar evocados por las palabras.
Como quizás ya habrán imaginado, Olympia es un espectáculo difícil de explicar. Seis actrices estupendas encarnan la voz de Carlota Subirós, pero más allá de ejercer de simples alter ego se convierten en mediadoras entre la creadora y el público. Como hizo Ibáñez con las palabras de los poetas españoles. La puesta en escena es sobria y elegante, suave como la esponja del cepillo con el que limpiamos (y acariciamos) los vinilos antes de ponerlos en el tocadiscos. La aguja puede acumular una pequeña pelusa de polvo, pero en los surcos de un disco habita todo un universo. El espacio de Max Glaenzel convierte el Lliure de Gràcia en el gran protagonista: como en Opening night de La Veronal, el escenario es una caja mágica donde todo es posible. La música de Ibáñez nos llega a través del tocadiscos y de las bonitas voces de Paula Jornet, Neus Pàmies y Kathy Sey, que versionan algunos temas con unos acertados arreglos de Jordi Cornudella.